Newells, en el afán de parecerse al universo Barcelona, terminó
desdibujando completamente su propia identidad. En una especie de borrachez
post-triunfo y cuando la sumamente productiva Era Martino comenzaba a transitar
sus últimos pasos, las cabezas del equipo rosarino malinterpretaron todo.
Por un lado, confundieron la efectividad martinista con una
esencia triunfadora por parte del equipo, cuando en realidad lo hecho por El
Tata había sido un enorme punto y aparte de lo realizado por sus antecesores
(hasta antes de su asunción, Newells había realizado campañas entre lo discreto
y lo malo). Es que, justamente, Martino estuvo tan solo una temporada al mando
de la escuadra. Cuando hablamos del Barcelona, nos referimos a un proceso de
años, que partió desde la experiencia primeriza de Pep Guardiola al mando de
los juveniles azulgranas hasta su arribo en el banco de suplentes del equipo
mayor. El mismo técnico hizo sus propias inferiores y se reincorporó a aquel
sistema al punto de lograr adaptarlo a su impecable forma de juego y, así,
inmortalizarlo en la historia. Martino, cuando aceptó el reto de dirigir a
Newells, seguramente se encontraba enormemente vinculado a aquel conjunto de
manera emocional. Pero el día a día por aquellos lares era un ítem
completamente desconocido para el entrenador, alejado del mismo por sus
trabajos en el fútbol paraguayo y habiendo La Lepra estado sumergida por la
pantanosa y maloliente gestión de Eduardo López en la brecha de tiempo entre el
último partido de El Tata como jugador y el primero como técnico rojinegro.
Martino, sin dudas, dejó su huella como DT en la historia de
Newells. Pero esta fue leída de manera errónea por los encargados de tomar
decisiones, o incluso se terminó abusando de la misma, alegando frases
exquisitas como “sentido de pertenencia” pero que, de no tener una buena
táctica administrativa y futbolística detrás, son solo palabras vacias. El
clímax martinista aún continuaba sin El Tata en el banco, implicando la fallida
titovilanovización de su sustituto, Alfredo Berti. Seguramente el flamante
entrenador tenía detrás avales que justificaran su contratación y demás ideas
para aportar a lo hecho por el hoy técnico de la Selección. Pero esa decisión
no deja de desprender un aroma a ingenuo en el intento de Newells por ser lo
que no era. En su tiempo al mando, Martino le brindó al equipo herramientas,
juego e impronta para construir su propia identidad. Berti no supo emplearlas
de manera correcta. Su pasado comandando las tácticas de las inferiores
rojinegras no alcanzó. La directiva le soltó la mano y AB dejó el cargo casi en
un suspiro.
A fin y al cabo, ¿qué es exactamente el sentido de pertenencia?
¿Estar ligado profesionalmente y emocionalmente a un club? ¿Es suficiente eso
para garantizar el tan buscado éxito? ¿Se trata de tener un tótem fundador de
un estilo y que el mismo dé a luz a hábiles hijos de su obra que ocupen su
puesto para cuando no esté? Pero muchachos, eso no le funcionó siquiera al
supuesto reivindicado: El Barcelona de Tito Vilanova estuvo lejos de asimilarse
al de Guardiola. El ciclo del sustituto Tito, sin dudas afectado por la trágica
enfermedad que lo aquejaba, fue fugaz y efímero. Y cuando él abandonó la
actividad aquejado por su salud, los directivos azulgranas no apelaron al “sentido
de pertenencia” apostando por Jordi Roura (consecutivo a Vilanova en la línea
de sucesión barcelonista), sino que fueron a por… Gerardo Martino, un absoluto
ajeno a la línea del equipo catalán, tanto a nivel histórico como futbolístico.
Este enredo de nombres, malinterpretaciones y elecciones
fallidas enredó en Newells al sucesor de Berti, Gustavo Raggio, luego a Américo
Gallego (quizá el único independiente a esta “regla”) y, actualmente, al ex
capitán y hoy entrenador Lucas Bernardi.
Newells es Newells. No es Barcelona. El guardiolismo es
ejercido únicamente por Guardiola y un “copiar + pegar” de las no leídas bases
y condiciones del mismo acarrea consecuencias negativas. El sentido de
pertenencia no se basa en la pertenencia sino en el sentido. Hay tiempo de
reparar lo malogrado, pero en el mientras tanto, los rojinegros deberán lidiar
con ser lo que hacen para cambiar lo que (no) son.
Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos, frase de Eduardo Galeano
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