sábado, 25 de julio de 2015

Crónicas de Eduardo Acevedo: "Desde jugadores a hinchas me pidieron que no me fuera"



Cuando Banfield perdió la categoría, consumado aquel ya lejano Torneo Clausura 2012, quien escribe este post se encontraba a mitad de camino del cuarto año de la escuela secundaria (a.k.a. primero de polimodal). Por la televisión observaba que, consumada una dura goleada ante Colón por 3 a 0 en un desconsolado Florencio Sola, El Taladro caía en las tinieblas de la segunda división y las caras largas y entristecidas teñían de luto las imágenes de la transmisión. Hubo muchas facetas posterior a aquella nefasta tarde de invierno que no quedaron esclarecidas o que ingresaron en una confusa nebulosa: El club quedó acéfalo, las cuentas económicas se sumergían en el anonimato, la incertidumbre en cuanto a altas y bajas en la plantilla reinaba en los lares banfileños y las elecciones presidenciales intentaban hacer pie ante el desborde de incógnitas de una bomba de tiempo futbolística que, finalmente, detonaba con el descenso.

Quien comandaba a los muchachos del Banfield era el uruguayo Eduardo Acevedo, flamante entrenador tras la abrupta partida a tierras árabe-petroleras de Jorge Da Silva. Con una mirada franca y con un trabajo a pulmón, se encargó de las estrategias de un equipo que intentaba a todo corazón evitar lo que, tristemente, se tornaba inevitable con el pasar de las jornadas. Mientras el mundo se derrumaba y la prensa así lo mostraba, Acevedo, puertas adentro, se ganaba el cariño de jugadores e hinchas. Pero cualquier historia interna fue tragada por, retomando al segundo párrafo,  la vacilación y las dudas del  post-descenso. La transición dirigencial, con el protagonismo de los días de comicios que determinarían a un nuevo presidente, eran prioridad ante contratos que vencían, jugadores que emigraban y sospechas que se elevaban a tono denunciativo. En esa vorágine, el protagonista de este reportaje, el entrenador Acevedo, dejaría en silencio su lugar en el banco de El Taladro. Su nombre no reaparecería en la prensa Argentina y su persona se alejaría por un largo tiempo de los bancos de suplentes. ¿Qué sucedió exactamente?

Tres años más tarde, un teléfono sonó en la sede del club Cerro de Montevideo, conjunto al cual acababa de arribar el técnico Eduardo Acevedo en su regreso a las canchas tras tres años alejado de las mismas. La buena voluntad de los empleados del club uruguayo hicieron posible arribar a la entrevista que te encontrás leyendo. Un tiempo después de aquella campaña, la historia detrás las indicaciones y las tácticas de Acevedo: Una historia que, a pesar de transcurrir en tiempos complicados  ante las dificultades que a veces el fútbol nos propina, esboza el cariño hacia los jugadores y los momentos de unión conjunta independientemente de que marque el resultado del cotejo. El comienzo, el durante, el fin y la reflexión final de la Era Acevedo relada por él mismo, en una entrevista pionera con un entrenador a corazón abierto que elige recordar su experiencia en la Argentina con una sonrisa.




¿Cómo fue tu arribo a Banfield? ¿Quíen te contactó y posteriormente contrató para dirigir a El Taladro?

A mi me vinieron a buscar de Buenos Aires. Yo había jugado la Copa Libertadores con Nacional, enfrentando a Banfield. De ahí había quedado un seguimiento de ellos hacia mi. Se iba El Polilla Da Silva y me vinieron a buscar. Yo era ajeno a muchos problemas. Si tenía muchas ganas de dirigir en Buenos Aires.


A medida que avanzaba el torneo, ¿percibías cierta diferencia con lo que creías que te encontrarías en el club o te imaginabas una situación parecida?

No me imaginaba una situación así, noté muchas diferencias. Lo único rescatable fue la parte de los jugadores. Impresionante en todo sentido. En la parte dirigencial, tuve el apoyo constante. En un momento vi que había cosas que escapaban a mi y presenté renuncia, la cual no me la aceptaron. Vinieron hinchas, dirigentes y los 25 jugadores para convencerme que no me fuera. Y decidí quedarme. Esto fue en la fecha que perdemos con Estudiantes. 

Hay un partido que fue algo así como un oasis en el desierto, la goleada 5 a 2 a Olimpo en Bahía Blanca. Me imagino que la recordás bien, ¿no?

Si, perfecto. Aquel equipo jugó muy bien muchas veces. Y por ciertas cosas, o por algún defecto, pelota quieta o detalle, no se nos daban los resultados. Pero el equipo jugó partidos muy buenos, como con San Lorenzo, Unión o Lanús. Si vos ves el video de ese último partido te tirás de los pelos. Dos penales a favor que no nos concedieron. Hubo varios partidos que no se daba el resultado por distintos motivos. Uno ve diferencias en los conceptos arbitrales. De los jugadores, solo tengo agradecimiento para decir. Hasta el día de hoy nos comunicamos, y sabemos lo que vivimos y los momentos que pasamos. La hinchada de Banfield también, la barra vino a hablar conmigo, para decirme que me apoyaban en todo y sabían como era yo. Esas cosas son de agradecimiento. 

De alguna manera la situación complicada los unió, ¿verdad?

Si, así es. Pasamos momentos muy difíciles. Cosas que eran imposibles se daban. Faltando seis fechas me quise ir tras perder con Estudiantes y desde jugadores a hinchas y dirigentes me pidieron que no me fuera. Yo creía que debía ser noble ante ese pedido.

¿Cómo te recibió la hinchada, te conocían?

Si, me conocían por haber jugado la copa contra ellos. Con Nacional le ganamos 2 a 0 y lo eliminamos. A Banfield, campeón argentino, lo dirigía Falcioni. Desde el primer día no tuve problema. En las primeras jornadas vino la barra a hablar con los muchachos, y ahí se aclararon los tantos y quedó todo bien. De ahí en más, a pelearla todos juntos. Me queda el dolor de cosas que fueron injustas, y todo sabemos lo que luchamos ahí.

Debemos ir al 24 de Junio del 2012, cuando Banfield pierde la categoría ante Colón. ¿Qué recordás de aquel vestuario?

El llanto de los jugadores. Banfield no se merecía eso, por juego. Yo vi lo que dió cada jugador. La tenía muy clara que habían dado el máximo. Ver las lágrimas de jugadores grandes y chicos es algo que pega y queda en el recuerdo.


Después del descenso hay una nebulosa que nunca podemos terminar de descifrar: Portell se va, el club queda acéfalo, todo dentro de una neblina que nunca la podemos esclarecer. Vos que la viviste desde adentro, ¿cómo fue tu salida de Banfield?

Pasaron muchas cosas. Nosotros habíamos cobrado en Banfield 20 días nada más. La nueva dirigencia de Banfield no reconoció cosas que estaban firmadas. No quede muy contento con ellos. Me hicieron una jugada un día, me llegó un telegrama alegando que yo debía presentarme a las 8 de la mañana estando yo en Montevideo, todo porque yo reclamaba el pago de nuestro dinero. Mandamos un telegrama con los abogados uruguayos que no quisieron reconocer. Tuve mil problemas. De lo de Banfield, cobré la cuarta parte y en veinte cuotas.



Pero entonces, ¿cuando termina el partido ante Colón vos dejas de ser el técnico?

No, yo tenía contrato y nunca se me comunicó nada. Yo me presenté en Buenos Aires para hablar con los dirigentes que habían estado en mi etapa, ya que no conocía a los dirigentes nuevos. Hablé con empleados administrativos también. En un momento, Daniel Garnero me llamó por teléfono y yo le dije que estaba en todo su derecho de asumir, pero que a mi aún no me rescindieron el contrato. Cuando reclalamos nuestro pago, hubo muchas vueltas. Terminamos cobrando un dinero mínimo.

Después de Banfield, ¿en qué consistió tu carrera?

Yo enseguida me fui a Europa. Estuve en Italia y España, recorriendo y viendo entrenamientos. Regresé a Uruguay e hice un precontrato con el fútbol árabe mediante una empresa suiza. Al final no se consolidaron, pero debí esperar 8 meses a que se terminaran los mismos. Después me contrata la cadena Fox. Rechacé varias ofertas para regresar a México de nuevo. Luego ya tenía ganas de dirigr de nuevo, y vino Cerro a buscarme. Estuve cerca de ir a Nacional, anteriormente. Cerro, la única vez que salió campeón, fue conmigo. Por temas familiares no me quería ir al exterior, y le tengo mucho cariño a esta institución.




Tres años pasaron de tu experiencia en Banfield. ¿Volverías al fútbol argentino?

Me interesa el fútbol argentino. Me apasiona. Tengo muchos amigos ahí. Y he dirigido a muchos jugadores del mismo, Damián Álvarez, Ludueña, Colotto... Una lista enorme de jugadores que quedamos con una amistad de por vida. Mismo los jugadores de Banfield, El Laucha Lucchetti, Alayes, Bustamante, Chavez, Facundo Ferreyra... Yo a Argentina la quiero muchísimo. Si lo que me interiorizaría más es en la política interna del club. 

Con la hinchada de Banfield, ¿quedó alguna palabra pendiente?

A mi me trataron mejor de lo que yo esperaba. No tengo una palabra, ellos saben bien lo que se vivió. Los que siguieron al equipo partido a partido saben que dimos la vida por Banfield. Agradecimiento, más que nada. Y el lamento y el dolor de no haberles podido corresponder con otras cosas. Pero la hinchada sabe bien las cosas que sucedieron. En ese sentido, estoy muy tranquilo. Constantemente sigo a Banfield. Me alegro mucho por Matías Almeyda, desde el ascenso hasta la actual campaña. La verdad que, en el recuerdo mío, solo es cariño con Banfield. 

martes, 14 de julio de 2015

Argentina- 1 Bolivia- 0



El título delata un partido que tranquilamente se podría dar en contexto de una eliminatoria o torneo juvenil, también en el ámbito amistoso y, ¿por qué no?, en un mundial de su categoría. Fue un friendly match el que hizo que estas dos selecciones se enfrentaran a fines del 2010, en una fecha hundida entre preocupaciones mayores como las fiestas, las vacaciones y las mesas de examen.  Pero en aquel cotejo ocurriría un hecho insólito, polémico y misterioso. El paso del tiempo y el ninguneo mediático lo sumergieron en un ostracismo. ¿Qué ocurrió aquel día?

El 17 de diciembre de 2010 jóvenes argentinos (Esteban Andrada; Adrián Martínez, Germán Pezzella, Leandro González Pirez y Lucas Rodríguez; Juan Iturbe, Jonathan Mazzola, Rodrigo Battaglia y Michael Hoyos; Mauro Díaz y Sergio Araujo) y bolivianos (Pedro Lusquiño; Sergio Garzón, Jorge Toco y Alejandro Méndez; Ramiro Ballivian, Alejandro Chumacero, Diego Hoyos y Leandro Gareca; Darwin Ríos y Gianakis Suárez y Landivar Reyes) se vieron las caras en un encuentro disputado en la provincia de Córdoba debido a un torneo amistoso entre selecciones Sub 20 del continente. Y dentro de la normalidad de aquella noche, emergía una curiosidad: El árbitro. La participación de Hector Baldassi había sido extrañamente cancelada desde AFA y, entre gallos y medianoche, había aterrizado en suelo nacional un tal Lengyel Kolos, referí originario de Hungría. Independientemente del curioso origen de Kolos, la noche cordobesa estaba lista para atestiguar el partido. Fue dado el pitido inicial y la pelota comenzó a rodar. Como diría Eduardo Sacheri, lo raro empezó después.

El partido era chato, aburrido y con escasas ocasiones de riesgo para ambos lados. Parecía que el único factor influyente era el calor de aquel crepúsculo cordobés. Hasta que el juez húngaro se llevaría los pocos flashes presentes a causa de una decisión inexplicable. Cuando el partido llegaba a su fin adicionó… 12 minutos. No existían justificaciones, ya que había sido un cotejo prácticamente sin interrupciones. Y como frutilla del postre, Kolos cobraría un penal  altamente discutible a favor de los dirigidos por Walter Perazzo. Sergio Araujo cambiaría la pena máxima por gol y, mientras el conjunto visitante hacía fila para insultar y reclamar ante Kolos, Argentina se llevaba un triunfo poco satisfactorio en su casa. Marco Sandy, DT de la escuadra boliviana, debió contener a sus jugadores para evitar que las protestas pasaran a mayores. Un escándalo.

Pero para sumarle un toque de intriga y de sombras a lo ocurrido aquella noche de Diciembre, tenemos que ir al accionar de un periodista que concurrió al lugar de los hechos. Federico Giammaría, cronista de La Voz del Interior, busco alguna explicación a lo sucedido en una suerte de entrevista con Kolos dada tras el partido en el hotel donde él se alojaba. La única respuesta que recibió fue un tibio “Solo hice mi trabajo” desde el juez. Acto seguido se retiraría escudado por un puñado de hombres de traje con rasgos asiáticos. Que había gato encerrado ya era una realidad asumida. Pero tendríamos que esperar más de dos años para entender un poco lo que sucedió en aquella ocasión.


En febrero de 2013, Rob Wainwright, director de Europol, denunció la existencia de casi 700 partidos amañados, vía arbitraje, jugadores o dirigentes, “a piacere” de la mafia de las apuestas ilegales. Y uno de los casos señalados por Wainwright fue el Argentina- 1 Bolivia- 0 ocurrido en Córdoba tiempo atrás. El acusado de liderar las maniobras fue Eng Tan Seet, hombre originario de Singapur y supuesta cabeza de la camorra ilegal que infectaba al fútbol a nivel mundial (la mancha de los partidos arreglados salpicaba, además de a América del Sur, a Europa). ¿Se acuerdan de los extraños hombres de rasgos asiáticos que caminaban junto a Kolos observados por Giammaría en la noche de los 12 minutos adicionados? La chance de que Eng Tan Seet estuviera, al menos por una noche, en suelo argentino acompañado por sus secuaces es completamente posible.

Kolos, tiempo más tarde, sería detenido en su país, a la par de otros árbitros acusados desde la justicia que posteriormente serían suspendidos de por vida por la FIFA a causa de la corrupción. Sobre sus hombros se posaban acusaciones de influencia en el resultado final de diversos partidos internacionales para beneficio de la mafia de las apuestas. Pero la pregunta es… ¿por qué un partido discreto y de poco peso a nivel fútbol escondía semejante trama a sus espaldas?

Que la poca importancia que le dieron las noticias a lo sucedido haya servido de “escudo” para llevar a cabo la operación ilegal es un factor importante. Sin embargo, mejor recurrir a lo redactado por Christian Colonna sobre el detrás de escena del descaro desde el punto de vistas de las apuestas:
Argentina-Bolivia, por un torneo amistoso Sub20. Antes de empezar el partido, las cuotas eran: Argentina, 1,10; empate, 7; y victoria de Bolivia, 25. A medida que los minutos van pasando y el partido sigue 0-0, lo normal es que vaya bajando la cuota del empate. Así, en cualquier encuentro “limpio”, las cuotas al comienzo del segundo tiempo, habrían sido: Argentina, 1,40, empate, 5 y Bolivia, 15. Sin embargo, aquella noche, los números no se movieron. No se movieron en ese momento y tampoco se movieron a medida que se acercaba el final. Un 17 de diciembre de cualquier año se reducen mucho las opciones de apuestas (no hay fútbol argentino, se pararon las grandes ligas europeas por las fiestas o por el frío, todavía no arrancó la temporada de tenis…) y por eso hubo grandes movimientos en ese torneo amistoso (…) Llegando al minuto 90 y con el partido todavía 0-0, ¿cuánto tenía que pagar el empate? 1,10 por lo menos. Sin embargo, Argentina seguía pagando 1,10. 

Era evidente algo raro había y que las casas de apuestas ya tenían mucho dinero jugado de antemano a la victoria local.

El referí Kolos

En Septiembre del 2013 Eng Tan Seet fue capturado y hoy en día se encuentra esperando su juicio. Kolos, alejado de las canchas, ve su carrera tirada a la basura mientras espera que caiga sobre su cuello el peso de la ley. Federico Gianmmaría, aquel curioso cronista que pudo sacarle algunas palabras al húngaro, vería como un escrito suyo de un partido ignorado por la prensa se convierte en una prueba de valor incalculable sobre las acciones de la mafia de los partidos en suelo argentino. Para describir el resto de la historia, simplemente no alcanzan las palabras.


Quien les escribe conoció los hechos redactados anteriormente gracias a lo escrito por Gustavo Veiga (quien citó a Federico Gianmmaría) y el ya mencionado Christian Colonna en las notas De transa en transa y Tramposos sin disimulo escritas para la revista Un Caño de marzo de 2013. Un Caño, tesoro a nivel revistas del fútbol argentino, lamentablemente ya no sigue más en circulación. Los segundos Miércoles de cada mes, donde al menos en mi caso la revista llegaba a mi casa, se siente un gran vacio que se tornó muy difícil de llenar. Gracias por la magia Un Caño. 

sábado, 11 de julio de 2015

Ángel Cappa, en Libero & Enganche: "Que no exista más la sospecha, y que el fútbol sea lo que todos deseamos"

Las palabras arribaron desde Europa hacia la sintonía de Radio Cooperativa. El móvil-conexión radial nos rencontraba con un Ángel Cappa que exclamaba un reclamo de justicia ante una posibilidad de que una mano oscura haya sido la que le arrebató el título a su Huracán, en aquella final del Clausura 2009, ante Vélez Sarfield. El escándalo de las escuchas en AFA ya es una realidad que se encuentra en oídos de todos, visto desde los ojos de Cappa como un motivo para tender un manto de investigación a ese polémico cotejo, con el fin de esclarecer todo margen de dudas. 

Desde mi teléfono, marqué rumbo a Madrid, España, para entablar con este fiel discípulo del menottismo, y autor de quizá el equipo que mejor juego demostró en campo de juego en los últimos quince años, una conversación que desde ya no se limitó al AFAGate, sino que hizo cumbre en temas de diversa profundidad: Los principios, el espíritu amateur y el reencuentro teórico con su propia juventud. Sin más preámbulo, el reportaje con Ángel Cappa. 




¿Cómo lo está tratando este segundo tramo del año 2015, allá en España?

Bien, con mucho calor. Con 40 grados aquí en Madrid, hay una ola de calor en España. Pero bueno, cosas naturales.

Me interesaría charlar con usted respecto a una frase que brindó a los colegas de Radio Cooperativa en base a las escuchas en AFA y su posible relación con aquel polémico arbitraje de Gabriel Brazenas en el Huracán-Vélez del 2009. (“Lo único que me interesa es que se averigüe y salga la verdad, porque hay indicios para sospechar que no fue una simple equivocación”) . ¿Qué indicios tiene para creer que existe una relación entre las escuchas y aquella polémica final?

No se trata de una relación con las escuchas, eso yo no lo se. Yo digo que tengo indicios que me permiten sospechar de que en ese partido los errores arbitrales no fueron casuales. Yo creo que, aprovechando ahora que se está investigando en la AFA y en la FIFA distintas actuaciones turbias o corruptas, desde el punto de vista de Huracán, que es el que me interesa, se pueda despejar las dudas que existen en torno a ese partido. No se trata solo de esta sospecha, hay muchisimos partidos, campeonatos, ascensos y descensos que han estado bajo sospecha, y ahora sería la oportunidad de aclarar muchos de ellos.

¿Puede ser este el comienzo de una revolución en el fútbol?

Puede ser el comienzo de una limpieza en el fútbol. Una muy necesaria. Que no exista más la sospecha, y que el fútbol sea lo que todos deseamos: Una competencia leal, donde los que ganan y los que pierden sean producto del juego, pero nunca de casos de corrupción. 

En caso de descubrirse de que el partido Vélez-Huracán estuvo hecho a drede para perjudicar a su equipo, ¿por qué creen que atacarían así a Huracán?

No se trata de atacar a Huracán. El equipo que hace eso es porque quiere ganar, entonces se "medio asegura" el triunfo con sobornos. Pero eso no es por atacar a Huracán. Si en vez de Huracán, en ese partido en Vélez, hubiera sido otro equipo, hubiera sido lo mismo. 




¿Qué hubiera cambiado si esa final la hubiera ganado Huracán?

Se hubiera respetado el sentimiento de muchísima gente de Parque Patricios. La gente hubiera concretado toda la emoción que vivió durante el campeonato. No se hubiera sentido despojada como se sintió. Hubiera quedado a salvo la dignidad del fútbol, ¿no? En caso de que todo hubiera sido normal. Yo tengo indicios para sospechar que no fue normal, y que no fueron solo errores del árbitro. Por eso me parece correcto que haya una investigación. Si se prueba que fueron errores programados, no pasa nada. No tengo afán de revancha. Pero quedaría satisfacció en la gente de Huracán de que ese partido no lo partido, nos lo robaron. Si la cosa queda en que los errores del árbitro fueron involuntariamente, no pasa nada tampoco, estaríamos más tranquilos, perdimos por errores del árbitro. 

Hay un dato que es el que nos hace sospechar a todos, que es que Brazenas jamás volvió a dirigir después de esa final. Quedó marcado de por vida. 

Si. En cambio el juez de línea, que tuvo dos fallas importantes, Ricardo Casas, nadie lo menciona y fue premiado con el Mundial. De modo que eso también habría que investigarlo. Muchas veces, como yo he leído en muchas escuchas redactadas desde AFA, se dirigen directamente a los jueces de líneas, quienes tienen la decisión de los fueras de juego, las faltas, en fin, de muchas cosas que deciden el partido.

Poniendo su carrera sobre la mesa, ¿cuáles eran los principales principios que usted buscaba inculcarle a los jugadores para divertirse en el campo de juego?

Primero que yo nunca tomé mi participación en el fútbol como una carrera, sino que me tocó caminar por distintos lugares: Equipos humildes y equipos grandes. Fueron etapas de mi vida. Lo que yo siempre quise es no quitarle al jugador el placer del juego. El juego de fútbol es un placer. Lo cual no quiere decir que uno se ría como un imbécil de todo, eso es idiotez. Placer es que uno disfrute de todas las circustancias de la profesión. Es un juego que se transforma en profesión; pero que la profesión no nos convierta en profesionales. Es decir, que no nos quite el sentido amateur, que uno tiene que tener para jugar al fútbol. El mismo que debe tener un artista para actuar: Un artista no puede actuar porque le pagan, actúa porque le gusta. Y un jugador del fútbol no puede jugar solo porque le pagan, juega porque le gusta. Eso fue lo que siempre trate de llevar adelante. Y también el respeto de los conceptos futbolísticos que me dieron los grandes jugadores y los grandes equipos. No traicionar eso. Algunas veces me salió mal, otras me salió bien.




¿Usted aplica está filosofía a diario en las diferentes facetas de su vida, como por ejemplo en el amor, o en el trabajo fuera del fútbol?

En el amor uno tampoco puede ser un profesional, eso por supuesto. Tampoco puede ser padre o amigo profesional. Naturalmente que si, yo trato de vivir con cierta coherencia sabiendo que tengo muchas contradicciones. No soy perfecto ni puro. Soy un poco de todo, como toda la gente.

¿Cómo observa el panorama político, en este año electoral?

En España hay una situación muy favorable para un cambio. El neoliberalismo ha sometido a la gente a una situación de crisis y niveles de pobreza muy grande. Y eso ha agotado las posibilidades las políticas de recortes de derechos sociales. Entonces existe la posibilidad del cambio, de la búsqueda de una sociedad más justa y democrática que la actual. Eso es muy alentador. De la situación en Argentina me entero muy superficialmente. Opinar me parece imprudente.

Usted hablaba puntualmente del neoliberalismo. Este nefasto accionar de desarticular al Estado y quitarle los medios a las personas. No puedo dejar de relacionarlo con el fútbol, con ese sistema canibal del mismo. Por ejemplo, ese desarme que vivió el Huracán del 2009 tras el torneo Clausura. ¿Existe ese sistema en el fútbol, en el cual no hay tiempo para disfrutar y todo se basa en el dinero?

La Argentina es un fútbol de paso hace muchos años. La mayoría de clubes están en bancarrota, y la posibilidad de salvación es vender jugadores. No hay un proyecto, salvo en algunos equipos. Estoy viendo que Pezella ya fue vendido en River, y me acuerdo de él porque cuando yo estuve en River era un chico muy joven que recién empezaba en reserva. Aún no se consolidó en la primera de River y ya lo vendieron. Pongo el ejemplo de Pezzella porque es de Bahía Blanca, como yo, y que lo conozco bien. Pero hay decenas de casos así, que aparece un chico y se tiene que ir. Y vuelven jugadores veteranos que ya están de vuelta de todo. Hace tiempo, entonces, que los equipos están hechos de jugadores que están de vuelta con chicos que están por aparecer. O, en algunos casos, solamente de chicos que están por aparecer. Y están esperando, desde los clubes, que esos chicos hagan dos goles o tres pases seguidos para venderlos afuera. Entonces, es un fútbol de paso, un fútbol que ha perdido identidad. Es un nivel muy bajo el del fútbol argentino por esa razón.

Si el Ángel Cappa de sus inicios en Villa Mitre se encontrara hoy con el Ángel Cappa entrenador, ¿qué creé que le diría? ¿Cómo sería ese hipotético encuentro? 

El jugador de fútbol estaría contento, porque el entrenador nunca traicionó sus sentimientos y su manera de sentir el fútbol. Nunca he dejado de respetar lo que yo sentía, y lo que yo sentía me lo incularon en mi barrio, los grandes jugadores y los grandes equipos. Yo he sido un jugador modesto y un entrenador como cualquiera. Pero muy respetuoso del significado del fútbol. 



Audio de la nota, en video:




Esteban Chiacchio

sábado, 4 de julio de 2015

Arabia Saudita- 0 Nueva Zelanda- 5, la historia de El Milagro Kiwi en Ryad




Recuerdos memorables depositados en un cajón perdido en el tiempo. Héroes de una sola tarde que escriben una historia que el tiempo transmitirá con euforia y que solo podrá ser comprobada por fotos borrosas y videos en VHS. Recuerdos de hazañas que hacen de esta vida un lugar más agradable, y nos hacen sonreír incluso cuando estamos apretados en el medio del pasillo del bondi en hora pico.
Perdido entre las estrellas del universo del anonimato se encuentra El Milagro Kiwi en Ryad. La anécdota de dos equipos con experiencias nulas, repletos de jugadores desconocidos, en un campo incógnito, un día ignorado y en un contexto forastero que fueron parte de un suceso histórico, agónico y, ¿por qué no? casi irrepetible en la historia de las eliminatorias a la Copa del Mundo. Un hecho que sirve como prueba de cómo esto tan complicado, cambiante, y hermoso llamado fútbol puede bañar en gloria a un puñado de injunables transformándolos de por vida en leyendas nacionales. Aquí su historia

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Contexto: Asia y Oceanía pre petróleo y marketing

¿Se puede decir que la Eliminatoria de Asia y Oceanía – disputada por equipos de ambas asociaciones en conjunto - rumbo a España 1982 fue emocionante y mantuvo a un continente expectante? Ni idea (!), casi no quedan registros salvo fichas de partidos y algunos compilados de goles perdidos en el internet. Eran tiempos donde los petrodólares aún no habían consumido al fútbol asiático, donde las tribunas semivacías y los sponsors locales ochentosos hacían estragos en los estadios y  donde asiáticos y oceánicos eran anónimos inubicables en el mapa del fútbol. En fin, un territorio inexplorado, extraño, compuesto por jugadores amateurs y hasta con tendencias bizarras, pero seguro mucho mejor comparado con lo que nos da el fútbol de aquel sector hoy en día, infectado de inversores, aerolíneas millonarias, empresarios y magnates. En fin.

El desarrollo del torneo clasificatorio en aquella ocasión se dio partiendo desde cuatro grupos. El 1 y el 2 tenían cinco equipos, el 3 contaba con cuatro escuadras y el 4 se ramificó en otros dos grupos, el A y el B, ambos con tres equipos, de los cuales saldrían dos de cada uno, disputando semifinales y final para decidir al ganador. Quedarían, entonces, un total de cuatro selecciones victoriosas en sus respectivos grupos que pasarían a disputar una mini-liga todos contra todos que otorgaría dos lugares para el Mundial.

En el primer grupo Nueva Zelanda logró el primer lugar (8 PJ, 6 G y 2 E), superando a Australia, Indonesia, Taiwán y Fiyi. A este último lo golearía en la última fecha, propinándole un aplastante 13 a 0. Del segundo se adueñó Arabia Saudita (4 PJ, 4 G), dejando atrás a Irak, Qatar, Bahréin y Siria. El tercer grupo tuvo como vencedor a Kuwait, metiendo el batacazo (3 PJ, 3 G) por sobre Corea del Sur, Malasia y Tailandia. En el cuarto, China se haría con la llave, ganando su grupo (2 PJ, 2 G) por sobre Japón y Macao, venciendo en semifinales a Hong Kong e imponiéndose en la final ante Corea del Norte.




Perfectos Extraños



El equipo protagonista de este relato es el neozelandés, victorioso en su apartado por sobre australianos, indonesios, taiwaneses y fiyianos. Aquel conjunto alineaba con un ofensivo 4-3-3: Del arco se adueñó durante todo el período de clasificación Richard Wilson, arquero de bigotes y gorra roja. Glen “El Flaco” Dods, Ricki Herbert, Adrian Elrick y Allan Boath eran la línea defensiva. En el medio creaban juego y distribuían la redonda Robert “Bobby” Almond, Duncan Cole y el capitán Steve “Uniceja” Summer. Completaban el conjunto los atacantes Brian Turner, Steve Wooddin  y el pibe Wynton Rufer, con 19 años en aquel entonces. Nueva Zelanda formaba con jugadores con nulo roce internacional y que participan en equipos de proyección muy escasa y de competiciones de un segundo y tercer orden. La mayoría jugaba en la débil liga local y otro puñado se repartía entre diversos equipos de Australia. La excepción era el joven  Rufer, quien en aquel entonces jugaba en el Norwich inglés. Se destacaba puntualmente solo Turner, quien entre los 60’ y los 70’ había jugado en el Chelsea, el Portsmouth y el Brentford. Turner, además, era nacido en Inglaterra, al igual que Almond, Cole, Summer y Wooddin. Los otros extranjeros nacionalizados eran el defensa Elrick y el volante Boath, ambos de origen escocés.  De las tácticas se encargaba John Adshead, británico de 39 que desde 1979 estaba a cargo del seleccionado, y que encaró el camino final rumbo a España 1982 confiando en algunas sobras del fútbol inglés mezcladas con el factor sorpresa del anónimo fútbol neozelandes.

Todos contra todos, de local y de visita

La ronda final comenzó en los últimos días de septiembre de 1981. En sus dos primeros partidos, Nueva Zelanda empató de visitante y venció por la mínima de local a China. Sin embargo en su tercer encuentro, dado en Auckland ante el Kuwait de Carlos Parreira, perdería 1-2 en un encuentro plagado de polémica en torno al arbitraje del indonesio Hardjowasito Surdarso, quien cobró dos penales inexistentes a favor del equipo kuwaití. El primero fue contenido por el arquero Wilson. 10 minutos más tarde pitaría una nueva pena máxima a favor de los de Medio Oriente. Esto desencadenaría un quiebre instantáneo en la frágil sociedad neozelandesa. Previo a la ejecución del mismo, Surdarso recibió un impacto de un proyectil desde un simpatizante que, desencajado en su propia ira, ingresó corriendo a la cancha para llevar a cabo la agresión. Tras una suspensión momentánea del cotejo, se reanudó el juego y el penal fue convertido. Finalizada la jornada, mientras los kuwaitíes festejaban el triunfo, se desencadenó el primer tole-tole oficial de la historia del fútbol oceánico entre la alegría visitante y la bronca local. En un partido esencial y envuelto en polémicas, Nueva Zelanda se iba derrotada. Seguirían dos empates a dos goles consecutivos, tanto de local ante Arabia Saudita como de visitante en la visita ante el viejo conocido Kuwait (quien clasificó a España 82’ gracias a ese punto).





A por el milagro


Para la última fecha de la fase, Nueva Zelanda tenía complicada su clasificación. Kuwait ya se encontraba con sus dos pies en tierras españolas y China, ya habiendo disputado todos sus partidos, los aventajaba por dos puntos (recordemos que en aquel entonces se otorgaban solo dos unidades por cada victoria). Quedaba como única puerta a la máxima competición una victoria en la cita ante la ya sin chances de clasificar Arabia Saudita de Mario Zagallo. Pero aquí está el dato que condicionaría todo lo sucedido en aquella tarde de los  80’: China contaba 9 goles a favor y 4 en contra. O sea, una diferencia de 5 a favor. Nueva Zelanda con 6 goles a favor y 6 en contra. Entonces, una diferencia de 0. Esto daba como pauta para neozelandeses la necesidad de convertir cinco goles para forzar un desempate ante chinos en campo neutral. En fin, un quilombo de la san puta un escenario muy complicado.


La hazaña

El cotejo se disputaba en Ryad, ciudad capital árabe. Era un 19 de Diciembre de 1981. Turbantes, múltiples espacios vacios en las tribunas, carteles con leyendas inentendibles y césped sintético.  Los locales eran irreconocibles. El desconocimiento de los pocos encargados de cubrir aquel partido en torno al conjunto de Zagallo era tal que los relatores recurrieron a su imaginación para describir los nombres del conjunto de casa. El entrenador neozelandés Adshead, se encargó de bañar en realismo a los suyos. En el vestuario de aquel extraño y lejano estadio propuso a su equipo lograr la victoria, independientemente de la cantidad de goles anotados, y volver a Nueva Zelanda con la frente en alto. Adshead se basó en que lo importante aquel día era la dignidad y jugó todas sus fichas a confiar en el pobre estado de los jugadores de Arabia: El arquero Salim Marwam llevaba meses sin jugar profesionalmente, muchos jugadores se encontraban disconformes y en conflicto con la asociación local teniendo así que apelar a varios suplentes y, por último, Los Hijos del Desierto no habían ganado ningún partido de la fase final. Llevaban cuatro derrotas y un empate.
Los restos del fútbol árabe reconvertidos en selección nacional poco pudieron hacer ante una Nueva Zelanda que con muy poco empezó a hacer posible lo que pocos daban por factible. Dos ráfagas de dobletes despertaron ilusiones: Al minuto 16’ Rufer anotó el 1 a 0 gracias a un disparo alto y frontal al arco rival. Turner apareció por la izquierda del área un minuto más tarde y, gracias a la nula resistencia defensiva árabe, puso el 2 a 0. A los 38’, Rufer vuelve a la escena para dar un pase al arco defendido por Marwam que el valla, mal posicionado, solo alcanzo a ver con la mirada. 3 a 0. A cinco el final, Summer tiro por izquierda un tiro que el meta no pudo retener, dejando la pelota a medio morir a centímetros de su arco. La defensa árabe tardó una eternidad en darse cuenta y Wooddin aplicó. 4 a 0. Un gol más forzaba un partido desempate. Un tanto más era acariciar la chance mundialista.

Es difícil de creer, pero realmente está sucediendo” es la frase más famosa en la historia del fútbol neozelandes. Salió de los labios del relator de la transmisión de aquel encuentro, segundos luego del tanto de Wooddin. Contra todo pronóstico, Nueva Zelanda, en aquella ocasión vistiendo una camiseta color verde marino, goleaba en su cotejo ante Arabia y acariciaba la chance de revivir sus aspiraciones de obtener un lugar en España 82’. La historia lograría su climax, entonces, cuando nuevamente Wooddin se abalanzó a por la bocha en un contraataque neozelandés a segundos del final de la primera parte. Con su pierna derecha intento levantar la pelota por sobre el arquero Marwam tras recibir un cabezazo desde afuera del área proveniente del mediocampista Herbert. El valla saltó con los puños en alto pero tomó un pésimo impulso. La poca altura que había ganado hizo que, mientras la pelota se perdía sin dueño a la derecha del área,  chocará con el atacante visitante. El árbitro, Charler Corver, originario de Holanda, pitaría penal a favor de Nueva Zelanda.
“¡El referí concede el penal!”. El desconocido narrador que relataba en cadena nacional en cada hogar neozelandés derrochó entusiasmo, euforía y sorpresa en aquella declaración. El encargado de lanzar el penal era Turner, autor de un gol en aquel partido.

Recuerdo que de los nervios no podía soltar la pelota del punto de falta. El referí, que creo que era europeo, me decía ‘Tómelo con calma señor. Calmesé’, y yo solo alcanzaba a doblar el cuello y mirarlo. Me encontraba duro como una roca” diría Tuner años más tarde en una entrevista. Un tiro suave y preciso al medio del arco árabe, opuesto a la dirección orientada a la derecha del arquero Marwam, hizo estallar en alegría a un pueblo. Uno de los momentos más representativos de aquella escena fue cuando Almond, entre festejos y abrazos, le recordó a Herbert una bizarra apuesta que habían hecho en el vestuario previo a salir a la cancha: “Se acercó y me dijo ‘Hey Bobby (Almond), si marcamos cinco goles te beso el culo”. Cuando Brian (Turner) anotó el penal, lo busqué con la mirada y le dije “Vos venís para acá” confesaría entre risas el jugador tiempo después.



El primer tiempo concluyó con un 5 a 0 a favor de Nueva Zelanda. Parecía una alucinación.  El entrenador Adshead ordenó una táctica defensiva con la idea básica de conservar el resultado e ir a por lo seguro. Daba la sensación de que el resultado era un baldazo de agua fría para ambas partes, pero mayormente para los neozelandeses, que a pesar del pésimo juego árabe no podían caber en su alegría y expectación al conocer que estaban a 45 minutos de volver a soñar con convertirse en jugadores mundialistas y, en caso de lograr lo que parecía imposible, leyendas nacionales. El segundo tiempo se desarrolló con dificultad. Nueva Zelanda mató la redonda con pelotazos y un despliegue únicamente defensivo. El pasto sintético era otro adversario más en el campo de juego, ocasionando cortes y molestias en los pies de los protagonistas.  En silencio y con cautela, Nueva Zelanda mantuvo el cero en su arco y llegó a la finalización del partido logrando alcanzar un desempate con China. 

A pesar del cansancio físico, los cortes, la poca experiencia y la nula confianza que le auguraban los pronosticadores, los muchachos de Oceanía alcanzaron la epopeya, que sería bautizada como El Milagro Kiwi en Ryad. Y ya habían llegado demasiado lejos para detenerse…



A por la gloria

El 27 de Diciembre de 1981, como alumno del secundario dando en mesa de examen en el último suspiro del año, Nueva Zelanda arribó a Singapur, el campo neutral elegido para el choque con China. El ganador alcanzaría la participación en la Copa del Mundo. “No se trata de mí ni se trata de los rivales. Se trata de su historia. De ustedes mismos” rezaría el DT Adshead en el vestuario. ¿Recuerdan que dijimos que Adshead tenía ciertas tendencias a invocar a migajas del football de las islas británicas? Fue ese quizá el factor más importante. Con un poco más de juego y manejo de la redonda Nueva Zelanda superó por poco al duro y nulo de improvisación juego chino.  A los 24 minutos del primer tiempo Wooddin apareció en el borde del área para cruzar un remate cruzado que beso la red rival. El primer tiempo finalizó a favor de los neozelandeses. “Llegamos al vestuario e intentamos tranquilizamos. Sabíamos que esto se resolvía con un gol más. No teníamos nada que perder. Y teníamos mucho que ganar”, asi describiría la situación del equipo oceánico en aquel vestidor el defensa Dods.

El segundo tiempo comenzó y Nueva Zelanda golpearía en el marcador nuevamente: El arquero Wilson saco desde su valla un pelotazo en largo que, pasando por arriba de cabezazos en vano desde jugadores chinos, Wooddin logró acomodar con la testa para que el delantero Rufer la recibiera con pierna derecha, corriera con la bocha al piso en diagonal al arco rival y, tras regatear hábilmente a un adversario, sacara desde el borde del área un tiro que se clavaría en el ángulo izquierdo del arco. Gritos de descargo, corridas y sonrisas que chocaban ante la incredulidad china y la frialdad del estado singapurense. 



A quince minutos del final, China lograría traer cierto suspenso al cotejo cuando el delantero Huang Xiangdong anotó el descuento de tiro libre. Pero, salvo centros con destino incierto, no lograrían inquietar al ya emocionado y eufórico conjunto neozelandés. Cuando el partido finalizó, entre abrazos y llanto de conmoción, la leyenda del equipo ya clasificado a la Copa del Mundo era un hecho. El 27 de diciembre, en un ignoto estadio de Singapur, la hazaña neozelandesa encontraba su éxtasis. Tras el milagro ante árabes y la victoria definitiva ante chinos, los muchachos de Adshead se preparaban para su primera experiencia mundialista, sensación seguramente incomparable para quellos héroes de comienzos de los 80’.

En ese momento no cabía en nuestras mentes lo que acabábamos de lograr. Habíamos clasificado a Nueva Zelanda a la Copa del Mundo,  el torneo más convocador y apasionante a lo largo del globo” diría posteriormente  el capitán Steve Summer. El mediocampista Almond sería un poco más directo y sincero: “Fue increíble. Ni nosotros lo podíamos creer”.

En España 1982, Nueva Zelanda finalizaría sin victorias en tres partidos, cayendo ante Brasil, la URSS y Escocia, siendo eliminada en fase de grupos tras una fugaz participación.


En fin, este es uno de los relatos encantadoramente poco conocidos del fútbol. Un relato que cuenta como este místico azar en forma de pelota puede hacer real el anhelo más lejano de tu cabeza, en un estadio repleto o en el patio de tu colegio de secundaria, convirtiendo al fútbol en sinónimo de uno de los momentos más felices de tu existencia.


El condimento especial de esta historia pasa también por la eterna contradicción de los tiempos futuros. Compañías, multinacionales y adinerados que hacen, detrás de un abrazo tras un gol agónico ó un llanto sincero tras un partido que marca un antes y un después en tu vida, un negocio frío y ausente de vitalidad. Y aun aceptando que a todos nos gusta la guita, los aires acondicionados, la Coca Cola y el WhatsApp, reconocemos lo puras y fascinantemente ingenuas que eran estas hazañas anónimas pero inolvidables, en tiempos de jugadores amateurs, videos de transmisiones caseras que luego quedan perdidos en las profundidades de coleccionistas de YouTube y terrenos inexplorados que tras bañarse en gloria pasaban al primer plano del fútbol de elite mundial.